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SOBRE EL TRASLADO DE LA LLAMA DE LA ASCENSIÓN A EGIPTO
Antes del cataclismo final que iba a llevar las islas remanentes de la Atlántida debajo de las olas, los Altos Sacerdotes de los Templos fueron notificados por la Jerarquía Espiritual para reunir todos los tesoros invalorables de los Templos en los cuales ellos oficiaban y los cargaran dentro de las embarcaciones que flotaban ancladas en los plácidos puertos.
De ese modo comenzó la preparación para el éxodo de los Iluminados y de la Cultura Espiritual de la Atlándida. Quieta y pausadamente, los Guardianes de la Era Atlante se prepararon para la hora final cuando a ellos se les requiriera dejar sus Hogares Islas y viajar a tierras lejanas distantes, cada grupo procediendo de acuerdo a las ordenes selladas que el Líder llevaba sobre su persona pero que no debían ser abiertas hasta que el momento fatal de la partida hubiera llegado.
Entre estos Altos Sacerdotes estaba el Maestro a Quien Nosotros conocemos como Serapis Bey. Al Norte, Sur, Este y Oeste fueron los escogidos a navegar, cada uno con una porción de la herencia de la Gran Cultura Atlante, cada uno hacia un cielo de seguridad donde la Luz y Poder y el Conocimiento pudieran estar asegurados para las generaciones aún por venir. Más de cien embarcaciones se prepararon, y no menos de cuarenta personas fueron escogidas para ir con el Alto Sacerdote en cada una de ellas.
Finalmente, llegó el Gran Momento. Los Sacerdotes y sus compañeros dejaron Sus Templos y diciéndose adiós mutuamente volcaron sus caras hacia el punto que fue designado en sus órdenes individuales. Pronto las embarcaciones dejaron atrás la visión del uno con el otro y Sus Preciosos Hogares.
El galeón de Serapis Bey y sus cuarenta compañeros navegaron hacia el este, llegando finalmente después de muchos días a la boca del Río Nilo en la tierra de Egipto. Siguiendo el curso establecido para ellos, dibujado cuidadosamente, prosiguieron hacia arriba por el Nilo hasta la vecindad de Luxor, donde desembarcaron. Arrodillándose alrededor del brasero resplandeciente que sostenía todavía la brasa incandescente del Fuego Inmortal sobre el Altar del Templo Hogar, Serapis y sus compañeros respiraron sobre las chispas de fuego lento y sin llama hasta que el Fuego se levantó renovado, y calentó sus corazones y espíritus con las memorias de una Tierra Amada, una cultura, un Hogar que ellos no verían más, excepto en la luz de la memoria o en los suaves pliegues moviéndose de Akasha en ciertas ocasiones espirituales cuando un Gran Ser escogiera revivificar la gloria de Ese Día. De ese modo, Serapis y los Cuarenta Seres Escogidos respiraron dentro de la Llama la primera pulsación de sus Propias Vidas y Alientos. Esta Llama ha perdurado hasta la época actual...
Cuando ellos se arrodillaron, la tierra debajo de sus pies se sacudió violentamente y el río creció poderosamente inundando sus riberas, y los Sacerdotes y sus acompañantes inclinaron sus cabezas, sabiendo que en ese momento, a medida que la Llama se levantaba hacia arriba, en alguna parte hacia el oeste el mar había cumplido las profecías y la Atlántida, Joya del Sol, con todos sus hijos, había sido reclamada hacia dentro de las aguas purificadoras del Gran Océano que todavía lleva Su Nombre. De ese modo, el nacimiento y muerte surgió igualmente en las olas del sentimiento tumultuoso en los pechos de los Custodios de la Llama y la tristeza tiñó la adoración del Nuevo Fuego de Esperanza que vivió en el pecho de estos peregrinos desde la Tierra Natal, y Luxor - como un foco de Luz - nació.
Despues de un tiempo, la radiación de la Hermandad atrajo alrededor de ellos a los nativos del país, y ellos construyeron el primer Templo en base al diseño de su arquitectura Atlante. El conocimiento espiritual y trabajos de los Hermanos se difundió a través de la tierra de Egipto, y la gente adoptaba la Adoración del Templo como suya propia. Centuria tras centuria, el Gran Jerarca o uno o más de Sus Discípulos retornaron, rencarnando y asumiendo de nuevo el Cargo de Alto Sacerdote e incrementando el poder y esencia concentrada de la Llama. El propósito claro de Sus Vidas y la Pureza de la Llama, junto con Sus Impetus de la Atlántida, hicieron que se conociera por todo el mundo espiritual que el Templo en Luxor ofrecía una oportunidad particular para todos los interesados lo suficiente en su liberación para soportar las disciplinas requeridas, para morar allí dentro, para acortar el período del viaje terrenal y acelerar la hora de la unión entre el ser externo y el Ser Divino.Thomas Printz
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(1) En esa época (1953) la Hermandad de la Ascensión estaba todavía en Luxor. Posteriormente en el año 1977, el día 10 de julio, el Amado Serapis Bey hizo el anuncio del traslado del Foco de la Ascensión desde Luxor, Egipto hasta Long Island, New York, U.S.A.(Ver Revista “El Puente”, septiembre 1977).
Recientemente, a la media noche del 27 de noviembre del año 1989, durante la Conferencia de Acción de Gracias celebrada en Caracas, se estableció el Foco de la Llama de la Ascensión en las Montañas de los Andes, en Sur América. (Véase la Revista "La Palabra", Abril, 1990.)